qué decirse ni qué hacerse: parecíale que todo aquel suceso pasaba en sueños y que toda aquella
máquina era cosa de encantamento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año;
imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas de sus nuevas promesas
deshechas, como se deshace el humo con el viento. Temía si quedaría o no contrecho Rocinante, o
deslocado su amo; que no fuera poca ventura si deslocado quedara. Finalmente, con una silla de
manos, que mandó traer el visorrey, le llevaron a la ciudad, y el visorrey se volvió también a ella, con
deseo de saber quién fuese el Caballero de la Blanca Luna, que de tan mal talante había dejado a don
Quijote.
CAPÍTULO 65: Donde se da noticia quién era el de la Blanca Luna, con la libertad de Don
Gregorio, y de otros sucesos
Siguió don Antonio Moreno al Caballero de la Blanca Luna, y siguiéronle también, y aun
persiguiéronle, muchos muchachos, hasta que le cerraron en un mesón dentro de la ciudad. Entró el
don Antonio con deseo de conocerle; salió un escudero a recebirle y a desarmarle; encerróse en una
sala baja, y con él don Antonio, que no se le cocía el pan hasta saber quién fuese. Viendo, pues, el de
la Blanca Lu-na que aquel caballero no le dejaba, le dijo:
–Bien sé, señor, a lo que venís, que es a saber quién soy; y, porque no hay para qué negároslo,
en tanto que este mi criado me desarma os lo diré, sin faltar un punto a la verdad del caso. Sabed,
señor, que a mí me llaman el bachiller Sansón Carrasco; soy del mesmo lugar de don Quijote de la
Mancha, cuya locura y sandez mueve a que le tengamos lástima todos cuantos le conocemos, y entre
los que más se la han tenido he sido yo; y, creyendo que está su salud en su reposo y en que se esté
en su tierra y en su casa, di traza para hacerle estar en ella; y así, habrá tres meses que le salí al
camino como caballero andante, llamándome el Caballero de los Espejos, con intención de pelear
con él y vencerle, sin hacerle daño, poniendo por condición de nuestra pelea que el vencido quedase
a discreción del vencedor; y lo que yo pensaba pedirle, porque ya le juzgaba por vencido, era que se
volviese a su lugar y que no saliese dél en todo un año, en el cual tiempo podría ser curado; pero la
suerte lo ordenó de otra manera, porque él me venció a mí y me derribó del caballo, y así, no tuvo
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es