entono, como si no la conociésemos’’. Si Dios me guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que
tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto. Vos, hermano, idos a ser gobierno o ínsulo, y
entonaos a vuestro gusto; que mi hija ni yo, por el siglo de mi madre, que no nos hemos de mudar
un paso de nuestra aldea: la mujer honrada, la pierna quebrada, y en casa; y la doncella honesta, el
hacer algo es su fiesta. Idos con vuestro don Quijote a vuestras aventuras, y dejadnos a nosotras con
nuestras malas venturas, que Dios nos las mejorará como seamos buenas; y yo no sé, por cierto,
quién le puso a él don, que no tuvieron sus padres ni sus agüelos.
–Ahora digo –replicó Sancho– que tienes algún familiar en ese cuerpo. ¡Válate Dios, la mujer, y qué
de cosas has ensartado unas en otras, sin tener pies ni cabeza! ¿Qué tiene que ver el Cascajo, los
broches, los refranes y el entono con lo que yo digo? Ven acá, mentecata e ignorante (que así te
puedo llamar, pues no entiendes mis razones y vas huyendo de la dicha): si yo dijera que mi hija se
arrojara de una torre abajo, o que se fuera por esos mundos, como se quiso ir la infanta doña
Urraca, tenías razón de no venir con mi gusto; pero si en dos paletas, y en menos de un abrir y
cerrar de ojos, te la chanto un don y una señoría a cuestas, y te la saco de los rastrojos, y te la pongo
en toldo y en peana, y en un estrado de más almohadas de velludo que tuvieron moros en su linaje
los Almohadas de Marruecos, ¿por qué no has de consentir y querer lo que yo quiero?
–¿Sabéis por qué, marido? –respondió Teresa–; por el refrán que dice: "¡Quien te cubre, te
descubre!" Por el pobre todos pasan los ojos como de corrida, y en el rico los detienen; y si el tal rico
fue un tiempo pobre, allí es el murmurar y el maldecir, y el peor perseverar de los maldicientes, que
los hay por esas calles a montones, como enjambres de abejas.
–Mira, Teresa –respondió Sancho–, y escucha lo que agora quiero decirte; quizá no lo habrás oído
en todos los días de tu vida, y yo agora no hablo de mío; que todo lo que pienso decir son sentencias
del padre predicador que la Cuaresma pasada predicó en este pueblo, el cual, si mal no me acuerdo,
dijo que todas las cosas presentes que los ojos están mirando se presentan, están y asisten en
nuestra memoria mucho mejor y con más vehemencia que las cosas pasadas.
(Todas estas razones que aquí va diciendo Sancho son las segundas por quien dice el tradutor que
tiene por apócrifo este capítulo, que exceden a la capacidad de Sancho. El cual prosiguió diciendo:)
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