–No os entiendo, marido –replicó ella–, y no sé qué queréis decir en eso de que os holgáredes, si
Dios quisiera, de no estar contento; que, maguer tonta, no sé yo quién recibe gusto de no tenerle.
–Mirad, Teresa –respondió Sancho–: yo estoy alegre porque tengo determinado de volver a servir a
mi amo don Quijote, el cual quiere la vez tercera salir a buscar las aventuras; y yo vuelvo a salir con
él, porque lo quiere así mi necesidad, junto con la esperanza, que me alegra, de pensar si podré
h allar otros cien escudos como los ya gastados, puesto que me entristece el haberme de apartar de ti
y de mis hijos; y si Dios quisiera darme de comer a pie enjuto y en mi casa, sin traerme por
vericuetos y encrucijadas, pues lo podía hacer a poca costa y no más de quererlo, claro está que mi
alegría fuera más firme y valedera, pues que la que tengo va mezclada con la tristeza del dejarte; así
que, dije bien que holgara, si Dios quisiera, de no estar contento.
–Mirad, Sancho –replicó Teresa–: después que os hicistes miembro de caballero andante habláis de
tan rodeada manera, que no hay quien os entienda.
–Basta que me entienda Dios, mujer –respondió Sancho–, que Él es el entendedor de todas las
cosas, y quédese esto aquí; y advertid, hermana, que os conviene tener cuenta estos tres días con el
rucio, de manera que esté para armas tomar: dobladle los piensos, requerid la albarda y las demás
jarcias, porque no vamos a bodas, sino a rodear el mundo, y a tener dares y tomares con gigantes,
con endriagos y con vestiglos, y a oír silbos, rugidos, bramidos y baladros; y aun todo esto fuera
flores de cantueso si no tuviéramos que entender con yangüeses y con moros encantados.
–Bien creo yo, marido –replicó Teresa–, que los escuderos andantes no comen el pan de balde; y
así, quedaré rogando a Nuestro Señor os saque presto de tanta mala ventura.
–Yo os digo, mujer –respondió Sancho–, que si no pensase antes de mucho tiempo verme
gobernador de una ínsula, aquí me caería muerto.
–Eso no, marido mío –dijo Teresa–: viva la gallina, aunque sea con su pepita; vivid vos, y llévese el
diablo cuantos gobiernos hay en el mundo; sin gobierno salistes
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