–Mirad, maestresala –dijo la duquesa–, lo que el buen Sancho pide, y cumplidle su voluntad al pie
de la letra.
El maestresala respondió que en todo sería servido el señor Sancho, y con esto se fue a comer, y
llevó consigo a Sancho, quedándose a la mesa los duques y don Quijote, hablando en muchas y
diversas cosas; pero todas tocantes al ejercicio de las armas y de la andante caballería.
La duquesa rogó a don Quijote que le delinease y describiese, pues parecía tener felice memoria, la
hermosura y facciones de la señora Dulcinea del Toboso; que, según lo que la fama pregonaba de su
belleza, tenía por entendido que debía de ser la más bella criatura del orbe, y aun de toda la Mancha.
Sospiró don Quijote, oyendo lo que la duquesa le mandaba, y dijo:
–Si yo pudiera sacar mi corazón y ponerle ante los ojos de vuestra grandeza, aquí, sobre esta mesa y
en un plato, quitara el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar, porque Vuestra
Excelencia la viera en él toda retratada; pero, ¿para qué es ponerme yo ahora a delinear y describir
punto por punto y parte por parte la hermosura de la sin par Dulcinea, siendo carga digna de otros
hombros que de los míos, empresa en quien se debían ocupar los pinceles de Parrasio, de Timantes
y de Apeles, y los buriles de Lisipo, para pintarla y grabarla en tablas, en mármoles y en bronces, y la
retórica ciceroniana y demostina para alabarla?
–¿Qué quiere decir demostina, señor don Quijote –preguntó la duquesa–, que es vocablo que no le
he oído en todos los días de mi vida?
–Retórica demostina –respondió don Quijote– es lo mismo que decir retórica de Demóstenes, como
ciceroniana, de Cicerón, que fueron los dos mayores retóricos del mundo.
–Así es –dijo el duque–, y habéis andado deslumbrada en la tal pregunta. Pero, con todo eso, nos
daría gran gusto el señor don Quijote si nos la pintase; que a buen seguro que, aunque sea en
rasguño y bosquejo, que ella salga tal, que la tengan invidia las más hermosas.
–Sí hiciera, por cierto –respondió don Quijote–, si no me la hubiera borrado de la idea la desgracia
que poco ha que le sucedió, que es tal, que más estoy para
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