acudir: o a castigar el atrevimiento de las muchachas, o darles premio por el gusto que recibían de
ver a don Quijote de aquella suerte.
Finalmente, la doncella del aguamanil vino, y acabaron de lavar a don Quijote, y luego la que traía
las toallas le limpió y le enjugó muy reposadamente; y, haciéndole todas cuatro a la par una grande
y profunda inclinación y reverencia, se querían ir; pero el duque, porque don Quijo