negando este señor, como ha negado, que no ha habido en el mundo, ni los hay, caballeros
andantes, ¿qué mucho que no sepa ninguna de las cosas que ha dicho?
–¿Por ventura –dijo el eclesiástico– sois vos, hermano, aquel Sancho Panza que dicen, a quien
vuestro amo tiene prometida una ínsula?
–Sí soy –respondió Sancho–; y soy quien la merece tan bien como otro cualquiera; soy quien
"júntate a los buenos y serás uno dellos", y soy yo de aquellos "no con quien naces, sino con quien
paces", y de los "quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija". Yo me he arrimado a buen
señor, y ha muchos meses que ando
en su compañía, y he de ser otro como él, Dios queriendo; y viva él y viva yo: que ni a él le faltarán
imperios que mandar ni a mí ínsulas que gobernar.
–No, por cierto, Sancho amigo –dijo a esta sazón el duque–, que yo, en nombre del señor don
Quijote, os mando el gobierno de una que tengo de nones, de no pequeña calidad.
–Híncate de rodillas, Sancho –dijo don Quijote–, y besa los pies a Su Excelencia por la merced que
te ha hecho.
Hízolo así Sancho; lo cual visto por el eclesiástico, se levantó de la mesa, mohíno además, diciendo:
–Por el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio Vuestra Excelencia como estos
pecadores. ¡Mirad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus locuras! Quédese
Vuestra Excelencia con ellos; que, en tanto que estuvieren en casa, me estaré yo en la mía, y me
escusaré de reprehender lo que no puedo remediar.
Y, sin decir más ni comer más, se fue, sin que fuesen parte a detenerle los ruegos de los duques;
aunque el duque no le dijo mucho, impedido de la risa que su impertinente cólera le había 6W6F