Test Drive | Page 220

–¡Aun bien –respondió Sancho– que será bien madura, pues no perderá vuesa merced la quínola de sus años por punto menos! –Hijo de puta –dijo la dueña, toda ya encendida en cólera–, si soy vieja o no, a Dios daré la cuenta, que no a vos, bellaco, harto de ajos. Y esto dijo en voz tan alta, que lo oyó la duquesa; y, volviendo y viendo a la dueña tan alborotada y tan encarnizados los ojos, le preguntó con quién las había. –Aquí las he –respondió la dueña– con este buen hombre, que me ha pedido encarecidamente que vaya a poner en la caballeriza a un asno suyo que está a la puerta del castillo, trayéndome por ejemplo que así lo hicieron no sé dónde, que unas damas curaron a un tal Lanzarote, y unas dueñas a su rocino, y, sobre todo, por buen término me ha llamado vieja. –Eso tuviera yo por afrenta –respondió la duquesa–, más que cuantas pudieran decirme. Y, hablando con Sancho, le dijo: –Advertid, Sancho amigo, que doña Rodríguez es muy moza, y que aquellas tocas más las trae por autoridad y por la usanza que por los años. –Malos sean los que me quedan por vivir –respondió Sancho–, si lo dije por tanto; sólo lo dije porque es tan grande el cariño que tengo a mi jumento, que me pareció que no podía encomendarle a persona más caritativa que a la señora doña Rodríguez. Don Quijote, que todo lo oía, le dijo: –¿Pláticas son éstas, Sancho, para este lugar? –Señor –respondió Sancho–, cada uno ha de hablar de su menester dondequiera que estuviere; aquí se me acordó del rucio, y aquí hablé dél; y si en la caballeriza se me acordara, allí hablara. A lo que dijo el duque: –Sancho está muy en lo cierto, y no hay que culparle en nada; al rucio se le dará recado a pedir de boca, y descuide Sancho, que se le trata ,:6