por ella el disparatado humor de don Quijote, con grandísimo gusto y con deseo de conocerle le
atendían, con prosupuesto de seguirle el humor y conceder con él en cuanto les dijese, tratándole
como a caballero andante los días que con ellos se detuviese, con todas las ceremonias
acostumbradas en los libros de caballerías, que ellos habían leído, y aun les eran muy aficionados.
En esto, llegó don Quijote, alzada la visera; y, dando muestras de apearse, acudió Sancho a tenerle el
estribo; pero fue tan desgraciado que, al apearse del rucio, se le asió un pie en una soga del albarda,
de tal modo que no fue posible desenredarle, antes quedó colgado dél, con la boca y los pechos en el
suelo. Don Quijote, que no tenía en costumbre apearse sin que le tuviesen el estribo, pensando que
ya Sancho había llegado a tenérsele, descargó de golpe el cuerpo, y llevóse tras sí la silla de
Rocinante, que debía de estar mal cinchado, y la silla y él vinieron al suelo, no sin vergüenza suya y
de muchas maldiciones que entre dientes echó al desdichado de Sancho, que aún todavía tenía el pie
en la corma.
El duque mandó a sus cazadores que acudiesen al caballero y al escudero, los cuales levantaron a
don Quijote maltrecho de la caída, y, renqueando y como pudo, fue a hincar las rodillas ante los dos
señores; pero el duque no lo consintió en ninguna manera, antes, apeándose de su caballo, fue a
abrazar a don Quijote, diciéndole:
–A mí me pesa, señor Caballero de la Triste Figura, que la primera que vuesa merced ha hecho en
mi tierra haya sido tan mala como se ha visto; pero descuidos de escuderos suelen ser causa de otros
peores sucesos.
–El que yo he tenido en veros, valeroso príncipe –respondió don Quijote–, es imposible ser malo,
aunque mi caída no parara hasta el profundo de los abismos, pues de allí me levantara y me sacara
la gloria de haberos visto. Mi escudero, que Dios maldiga, mejor desata la lengua para decir malicias
que ata y cincha una silla para que esté firme; pero, comoquiera que yo me halle, caído o levantado,
a pie o a caballo, siempre estaré al servicio vuestro y al de mi señora la duquesa, digna consorte
vuestra, y digna señora de la hermosura y universal princesa de la cortesía.
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