–Por cierto, buen escudero –respondió la señora–, vos habéis dado la embajada vuestra con todas
aquellas circunstancias que las tales embajadas piden. Levantaos
del suelo, que escudero de tan gran caballero como es el de la Triste Figura, de quien ya tenemos acá
mucha noticia, no es justo que esté de hinojos; levantaos, amigo, y decid a vuestro señor que venga
mucho en hora buena a servirse de mí y del duque mi marido, en una casa de placer que aquí
tenemos.
Levantóse Sancho admirado, así de la hermosura de la buena señora como de su mucha crianza y
cortesía, y más de lo que le había dicho que tenía notic[i]a de su señor el Caballero de la Triste
Figura, y que si no le había llamado el de los Leones, debía de ser por habérsele puesto tan
nuevamente. Preguntóle la d