blanquísima, adornada de guarniciones verdes y con un sillón de plata. Venía la señora asimismo
vestida de verde, tan bizarra y ricamente que la misma bizarría venía transformada en ella. En la
mano izquierda traía un azor, señal que dio a entender a don Quijote ser aquélla alguna gran señora,
que debía serlo de todos aquellos cazadores, como era la verdad; y así, dijo a Sancho:
–Corre, hijo Sancho, y di a aquella señora del palafrén y del azor que yo, el Caballero de los Leones,
besa las manos a su gran fermosura, y que si su grandeza me da licencia, se las iré a besar, y a
servirla en cuanto mis fuerzas pudieren y su alteza me mandare. Y mira, Sancho, cómo hablas, y ten
cuenta de no encajar algún refrán de los tuyos en tu embajada.
–¡Hallado os le habéis el encajador! –respondió Sancho–. ¡A mí con eso! ¡Sí, que no es ésta la vez
primera que he llevado embajadas a altas y crecidas señoras en esta vida!
–Si no fue la que llevaste a la señora Dulcinea –replicó don Quijote–, yo no sé que hayas llevado
otra, a lo menos en mi poder.
–Así es verdad –respondió Sancho–, pero al buen pagador no le duelen prendas, y en casa llena
presto se guisa la cena; quiero decir que a mí no hay que decirme ni advertirme de nada, que para
todo tengo y de todo se me alcanza un poco.
–Yo lo creo, Sancho –dijo don Quijote–; ve en buena hora, y Dios te guíe.
Partió Sancho de carrera, sacando de su paso al rucio, y llegó donde la bella cazadora estaba, y,
apeándose, puesto ante ella de hinojos, le dijo:
–Hermosa señora, aquel caballero que allí se parece, llamado el Caballero de los Leones, es mi amo,
y yo soy un escudero suyo, a quien llaman en su casa Sancho Panza. Este tal Caballero de los Leones,
que no ha mucho que se llamaba el de la Triste Figura, envía por mí a decir a vuestra grandeza sea
servida de darle licencia para que, con su propósito y beneplácito y consentimiento, él venga a poner
en obra su deseo, que no es otro, según él dice y yo pienso, que de servir a vuestra encumbrada
altanería y fermosura; que en dársela vuestra señoría hará cosa que redunde en su pro, y él recibirá
señaladísima merced y contento.
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