–¿Vees? Allí, ¡oh amigo!, se descubre la ciudad, castillo o fortaleza donde debe de estar algún
caballero oprimido, o alguna reina, infanta o princesa malparada, para cuyo socorro soy aquí traído.
–¿Qué diablos de ciudad, fortaleza o castillo dice vuesa merced, señor? –dijo Sancho–. ¿No echa de
ver que aquéllas son aceñas que están en el río, donde se muele el trigo?
–Calla, Sancho –dijo don Quijote–; que, aunque parecen aceñas, no lo son; y ya te he dicho que
todas las cosas trastruecan y mudan de su ser natural los encantos. No quiero decir que las mudan
de en uno en otro ser realmente, sino que lo parece, como lo mostró la experiencia en la
transformación de Dulcinea, único refugio de mis esperanzas.
En esto, el barco, entrado en la mitad de la corriente del río, comenzó a caminar no tan lentamente
como hasta allí. Los molineros de las aceñas, que vieron venir aquel barco por el río, y que se iba a
embocar por el raudal de las ruedas, salieron con presteza muchos dellos con varas largas a
detenerle, y, como salían enharinados, y cubiertos los rostros y los vestidos del polvo de la harina,
representaban una mala vista. Daban voces grandes, diciendo:
–¡Demonios de hombres! ¿Dónde vais? ¿Venís desesperados? ¿Qué queréis, ahogaros y haceros
pedazos en estas ruedas?
–¿No te dije yo, Sancho –dijo a esta sazón don Quijote–, que habíamos llegado donde he de mostrar
a dó llega el valor de mi brazo? Mira qué de malandrines y follones me salen al encuentro, mira
cuántos vestiglos se me oponen, mira cuántas feas cataduras nos hacen cocos... Pues ¡ahora lo
veréis, bellacos!
Y, puesto en pie en el barco, con grandes voces comenzó a amenazar a los molineros, diciéndoles:
–Canalla malvada y peor aconsejada, dejad en su libertad y libre albedrío a la persona que en esa
vuestra fortaleza o prisión tenéis oprimida, alta o baja, de cualquiera suerte o calidad que sea, que
yo soy don Quijote de la Mancha, llamado el Caballero de los Leones por otro nombre, a quien está
reservada por orden de los altos cielos el dar fin felice a esta aventura.
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