voy descubriendo tierra de lo poco que puedo esperar de la compañía que con vuestra merced tengo;
porque si esta vez me ha dejado apalear, otra y otras ciento volveremos a los manteamientos de
marras y a otras muchacherías, que si ahora me han salido a las espaldas, después me saldrán a los
ojos. Harto mejor haría yo, sino que soy un bárbaro, y no haré nada que bueno sea en toda mi vida;
harto mejor haría yo, vuelvo a decir, en volverme a mi casa, y a mi mujer, y a mis hijos,
y sustentarla y criarlos con lo que Dios fue servido de darme, y no andarme tras vuesa merced por
caminos sin camino y por sendas y carreras que no las tienen, bebiendo mal y comiendo peor. Pues,
¡tomadme el dormir! Contad, hermano escudero, siete pies de tierra, y si quisiéredes más, tomad
otros tantos, que en vuestra mano está escudillar, y tendeos a todo vuestro buen talante; que
quemado vea yo y hecho polvos al primero que dio puntada en la andante caballería, o, a lo menos,
al primero que quiso ser escudero de tales tontos como debieron ser todos los caballeros andantes
pasados. De los presentes no digo nada, que, por ser vuestra merced uno dellos, los tengo respeto, y
porque sé que sabe vuesa merced un punto más que el diablo en cuanto habla y en cuanto piensa.
–Haría yo una buena apuesta con vos, Sancho –dijo don Quijote–: que ahora que vais hablando sin
que nadie os vaya a la mano, que no os duele nada en todo vuestro cuerpo. Hablad, hijo mío, todo
aquello que os viniere al pensamiento y a la boca; que, a trueco de que a vos no os duela nada,
tendré yo por gusto el enfado que me dan vuestras impertinencias. Y si tanto deseáis volveros a
vuestra casa con vuestra mujer y hijos, no permita Dios que yo os lo impida; dineros tenéis míos:
mirad cuánto ha que esta tercera vez salimos de nuestro pueblo, y mirad lo que podéis y debéis
ganar cada mes, y pagaos de vuestra mano.
–Cuando yo servía –respondió Sancho– a Tomé Carrasco, el padre del bachiller Sansón Carrasco,
que vuestra merced bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida; con vuestra
merced no sé lo que puedo ganar, puesto que sé que tiene más trabajo el escudero del caballero
andante que el que sirve a un labrador; que, en resolución, los que servimos a labradores, por
mucho que trabajemos de día, por mal que suceda, a la noche cenamos olla y dormimos en cama, en
la cual no he dormido después que ha que sirvo a vuestra merced. Si no ha sido el tiempo breve que
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