CAPÍTULO 24: Donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como necesarias al verdadero
entendimiento desta grande historia
Dice el que tradujo esta grande historia del original, de la que escribió su primer autor Cide Hamete
Benengeli, que, llegando al capítulo de la aventura de la cueva de Montesinos, en el margen dél
estaban escritas, de mano del mesmo Hamete, estas mismas razones:
‘‘No me puedo dar a entender, ni me puedo persuadir, que al valeroso don Quijote le pasase
puntualmente todo lo que en el antecedente capítulo queda escrito: la razón es que todas las
aventuras hasta aquí sucedidas han sido contingibles y verisímiles, pero ésta desta cueva no le hallo
entrada alguna para tenerla por verdadera, por ir tan fuera de los términos razonables. Pues pensar
yo que don Quijote mintiese, siendo el más verdadero hidalgo y el más noble caballero de sus
tiempos, no es posible; que no dijera él una mentira si le asaetearan. Por otra parte, considero que él
la contó y la dijo con todas las circunstancias dichas, y que no pudo fabricar en tan breve espacio tan
gran máquina de disparates; y si esta aventura parece apócrifa, yo no tengo la culpa; y así, sin
afirmarla por falsa o verdadera, la escribo. Tú, letor, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere,
que yo no debo ni puedo más; puesto que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y muerte dicen
que se retrató della, y dijo que él la había inventado, por parecerle que convenía y cuadraba bien con
las aventuras que había leído en sus historias’’.
Y luego prosigue, diciendo:
Espantóse el primo, así del atrevimiento de Sancho Panza como de la paciencia de su amo, y juzgó
que del contento que tenía de haber visto a su señora Dulcinea del Toboso, aunque encantada, le
nacía aquella condición blanda que entonces mostraba; porque, si así no fuera, palabras y razones le
dijo Sancho, que merecían molerle a palos; porque realmente le pareció que había andado
atrevidillo con su señor, a quien le dijo:
–Yo, señor don Quijote de la Mancha, doy por bien empleadísima la jornada que con vuestra
merced he hecho, porque en ella he granjeado cuatro cosas. La primera, haber conocido a vuestra
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