reales, y la prenda es buena, según parece, no hay sino dárselos; que, sin duda, debe de estar puesta
en algún grande aprieto’’. ‘‘Prenda, no la tomaré yo –le respondí–, ni menos le daré lo que pide,
porque no tengo sino solos cuatro reales’’; los cuales le di (que fueron los que tú, Sancho, me diste el
otro día para dar limosna a los pobres que topase por los caminos), y le dije: ‘‘Decid, amiga mía, a
vuesa señora que a mí me pesa en el alma de sus trabajos, y que quisiera ser un Fúcar para
remediarlos; y que le hago saber que yo no puedo ni debo tener salud careciendo de su agradable
vista y discreta conversación, y que le suplico, cuan encarecidamente puedo, sea servida su merced
de dejarse ver y tratar deste su cautivo servidor y asendereado caballero. Diréisle también que,
cuando menos se lo piense, oirá decir como yo he hecho un juramento y voto, a modo de aquel que
hizo el marqués de Mantua, de vengar a su sobrino Baldovinos, cuando le halló para espirar en
mitad de la montiña, que fue de no comer pan a manteles, con las otras zarandajas que allí añadió,
hasta vengarle; y así le haré yo de no sosegar, y de andar las siete partidas del mundo, con más
puntualidad que las anduvo el infante don Pedro de Portugal, hasta desencantarla’’. ‘‘Todo eso, y
más, debe vuestra merced a mi señora’’, me respondió la doncella. Y, tomando los cuatro reales, en
lugar de hacerme una reverencia, hizo una cabriola, que se levantó dos varas de medir en el aire.
–¡Oh santo Dios! –dijo a este tiempo dando una gran voz Sancho–. ¿Es posible que tal hay en el
mundo, y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que hayan trocado el
buen juicio de mi señor en una tan disparatada locura? ¡Oh señor, señor, por quien Dios es, que
vuestra merced mire por sí y vuelva por su honra, y no dé cré-dito a esas vaciedades que le tienen
menguado y descabalado el sentido!
–Como me quieres bien, Sancho, hablas desa manera –dijo don Quijote–; y, como no estás
experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen
imposibles; pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y
yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya
verdad ni admite réplica ni disputa.
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