caballero, armado de resplandecientes armas, pasar la tela en alegres justas delante de las damas, y
bien parecen todos aquellos caballeros que en ejercicios militares, o que lo parezcan, entretienen y
alegran, y, si se puede decir, honran las cortes de sus príncipes; pero sobre todos éstos parece mejor
un caballero andante, que por los desiertos, por las soledades, por las encrucijadas, por las selvas y
por los montes anda buscando peligrosas aventuras, con intención de darles dichosa y bien
afortunada cima, sólo por alcanzar gloriosa fama y duradera. Mejor parece, digo, un caballero
andante, socorriendo a una viuda en algún despoblado, que un cortesano caballero, requebrando a
una doncella en las ciudades. Todos los caballeros tienen sus particulares ejercicios: sirva a las
damas el cortesano; autorice la corte de su rey con libreas; sustente los caballeros pobres con el
espléndido plato de su mesa; concierte justas, mantenga torneos y muéstrese grande, liberal y
magnífico, y buen cristiano, sobre todo, y desta manera cumplirá con sus precisas obligaciones. Pero
el andante caballero busque los rincones del mundo; éntrese en los más intricados laberintos;
acometa a cada paso lo imposible; resista en los páramos despoblados los ardientes rayos del sol en
la mitad del verano, y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los yelos; no