me alcanza, está obligado a más que a desafiar a su enemigo y esperarle en campaña; y si el
contrario no acude, en él se queda la infamia, y el esperante gana la corona del vencimiento.
–Así es verdad –respondió don Quijote–: cierra, amigo, la puerta, y dame por testimonio, en la
mejor forma que pudieres, lo que aquí me has visto hacer; conviene a saber: cómo tú abriste al león,
yo le esperé, él no salió; volvíle a esperar, volvió a no salir y volvióse acostar. No debo más, y
encantos afuera, y Dios ayude a la razón y a la verdad, y a la verdadera caballería; y cierra, como he
dicho, en tanto que hago señas a los huidos y ausentes, para que sepan de tu boca esta hazaña.
Hízolo así el leonero, y don Quijote, poniendo en la punta de la lanza el lienzo con que se había
limpiado el rostro de la lluvia de los requesones, comenzó a llamar a los que no dejaban de huir ni
de volver la cabeza a cada paso, todos en tropa y antecogidos del hidalgo; pero, alcanzando Sancho a
ver la señal del blanco paño, dijo:
–Que me maten si mi señor no ha vencido a las fieras bestias, pues nos llama.
Detuviéronse todos, y con[o]cieron que el que hacía las señas era don Quijote; y, perdiendo alguna
parte del miedo, poco a poco se vinieron acercando hasta donde claramente oyeron las voces de don
Quijote, que los llamaba. Finalmente, volvieron al carro, y, en llegando, dijo don Quijote al
carretero:
–Volved, hermano, a uncir vuestras mulas y a proseguir vuestro viaje; y tú, Sancho, dale dos
escudos de oro, para él y para el leonero, en recompensa de lo que por mí se han detenido.
–Ésos daré yo de muy buena gana –respondió Sancho–; pero, ¿qué se han hecho los leones? ¿Son
muertos, o vivos?
Entonces el leonero, menudamente y por sus pausas, contó el fin de la contienda, exagerando, como
él mejor pudo y supo, el valor de don Quijote, de cuya vista el león, acobardado, no quiso ni osó salir
de la jaula, puesto que había tenido un buen espacio abierta la puerta de la jaula; y que, por haber él
dicho a aquel caballero que era tentar a Dios irritar al león para que por fuerza saliese, como él
quería que se irritase, mal de su grado y contra toda su voluntad, había permitido que la puerta se
cerrase.
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