-¿Es todo lo que deseas? Sea. Te lo permito. Ahora vamos, ¿eh?
Puso en marcha el motor y anduvo un trecho, pensativo. Colocó la
cabeza fuera de la ventana y miró el camino. No venía nadie.
Abrió la puerta del coche y ordenó:
-Baja.
Obedecí y lo seguí hasta la parte trasera del coche.
Señaló la rueda sobresaliente.
-Ahora, agárrate bien. Pero cuidado. Me encogí todo, de "murciélago",
feliz de la vida.
El subió al coche y salió andando despacito. Después de cinco minutos
paró y me vino a ver.
-¿Te gustó?
-¡Cómo en un sueño!
-Ahora, basta. Vamos, que comienza a oscurecer. La noche venía
llegando mansita y a lo lejos las cigarras cantaban en los "espinheiros"*,
anunciando más calor.
* Plantas y árboles espinosos, de diversas especies, comunes en todo el
Brasil (N. de la T.).
El coche se deslizaba suavemente.
-Bueno. De ahora en adelante no se habla más de aquel asunto. ¿De
acuerdo?
-Nunca más.
-Lo único que me gustaría es verte llegar a tu casa, diciendo en dónde
estuviste todo este tiempo.
-Ya pensé en eso. Voy a decir que fui a la clase de Catecismo. ¿Hoy es
jueves?
-Nadie puede contigo. Le encuentras salida a todo.
Me aproximé bien a él y recosté mi cabeza junto a su brazo.
-¡Portuga!
-Hum...
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