-¿Y cómo saliste tan blanquito? Y además con cabellos rubios, casi
blancos.
-Es la parte del portugués. Mamá es india, bien morena y de cabellos
lisos; solamente Gloria y yo salimos así, como gato barcino de mal pelo. Ella
trabaja en los telares del Molino Inglés para ayudar a pagar la casa. El otro
día fue a levantar una caja y sintió un dolor horrible. Tuvo que ir al médico; le
dio una faja porque tenía una hernia que se estranguló. Mamá es buena
conmigo. Cuando me pega, agarra varillas de "guanxuma"* del fondo y
me pega en las piernas solamente. Vive tan cansada que cuando llega a
casa de noche no tiene ganas ni de conversar.
*Planta de fibras y propiedades medicinales. (N. de la T.)
El automóvil marchaba y yo conversaba.
-La que es brava es mi hermana mayor. Enamoradiza hasta no poder
más. Cuando mamá la mandaba que me cuidara y paseara, le recomendaba
que no fuera más allá de nuestra calle, porque sabía que en la esquina tenía
un festejante esperando. Pero ella iba para ese lado que le decían, y allá
tenía otro festejante que también la esperaba. Lápices ni había, porque vivía
escribiendo cartas para su festejante...
-Llegamos...
Estábamos cerca del Mercado y paraba en el lugar establecido.
-Hasta mañana, muchachito.
El sabía que yo iba a buscar la manera de dar una vueltita por el sitio
del estacionamiento, tomar un refresco y recibir sus figuritas. Conocía hasta
los horarios en los que él no tenía nada que hacer.
Y ese juego ya duraba más de un mes. Mucho más. Nunca pensé que
él pudiera poner esa cara tan triste cuando le conté las historias de Navidad.
Se quedó con los ojos llenos de lág rimas y pasó sus manos por mis
cabellos, prometiendo que nunca más dejaría de tener un regalo ese día.
Y los días pasaban, sin apuro y muy felices. Hasta que allá en casa
comenzaron a notar mi trasformación. No cometía tantas travesuras y vivía
en mi pequeño mundo del fondo de la casa. Es verdad que algunas veces el
diablo vencía mis propósitos. Pero ya no decía tantas palabrotas como antes
y dejaba en paz a los vecinos.
Siempre que podía él inventaba un paseo, y fue en uno de ellos cuando
detuvo el coche y me sonrió:
-¿Te gusta pasear en "nuestro" coche?
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