Test Drive | Page 88

Bajé la cabeza reconociendo la verdad y sintiendo que, con un poco más, mi orgullo se esfumaría. El me levantó la cabeza, tomándome el mentón. -Vamos a olvidar ciertas cosas. ¿Ya anduviste en coche? -Nunca, no, señor. -Entonces te llevo. -No puedo. Nosotros somos enemigos. -Aunque sea así. No me importa. Si tienes vergüenza, te dejo un poco antes de llegar a la escuela. ¿Estamos? Estaba tan emocionado que ni respondí. Solo dije que sí con la cabeza. Me alzó, abrió la puerta y me puso en el asiento con cuidado. Dio vuelta y tomó su lugar. Antes de encender el motor me sonrió de nuevo. -Así está mejor, se ve. La sensación maravillosa del suave coche en marcha, dando leves saltos, me hizo cerrar los ojos y comenzar a soñar. Aquello era más suave y lindo que el caballo "Rayo de Luna", de Fred Thompson. Pero no demoré mucho, porque al abrir los ojos estábamos casi llegando a la escuela. Veía la multitud de alumnos penetrando por la puerta principal. Asusta do, me resbalé del asiento y me escondí. Le dije, nervioso: -Usted prometió que se detendría antes de llegar a la escuela. -Cambié de idea. Ese pie no puede quedar así. Puedes enfermarte de tétanos. No pude ni preguntar qué palabra tan linda y difícil era ésa. También sabía que sería inútil decir que no quería ir. El automóvil tomó por la calle de las Casitas y volví a la posición anterior. -Tú me pareces un hombrecito valiente. Ahora vamos a ver si lo pruebas. Paró frente a la farmacia y en seguida me llevó alzado. Cuando el doctor Adaucto Luz nos atendió me horroricé. Era el médico del personal de la Fábrica y conocía muy bien a papá. Mi susto aumentó cuando me miró y preguntó: -Tú eres hijo de Paulo Vasconcelos, ¿no es cierto? ¿Ya encontró algún trabajo? 88