recibió una paliza del "Andaraí" comentaron, burlándose: "El Bangú"* cobró
más que ese chico de don Pablo"... A veces veía el maldito coche detenido
en la esquina y retrasaba el paso para no tener que ver pasar al Portugués
-al cual iba a matar tan pronto creciera- con su gran empaque de dueño del
coche más lindo del mundo y de Bangú.
*"Bangú" y "Andaraí", referencia a dos clubes de fútbol de la zona (N. de la
T.).
Por entonces desapareció durante algunos días. ¡Qué alivio!
Seguramente habría viajado lejos o estaría de vacaciones. Volví a caminar
hacia la escuela con el corazón sosegado y ya medio inseguro sobre si valía
la pena matar a ese hombre más tarde. Una cosa era segura: cada vez que
iba a trepar a un coche de menor importancia, ya no sentía el entusiasmo de
antes y mis orejas comenzaban a arder penosamente.
Mientras tanto, la vida de la gente y de la calle se desarrollaba
normalmente. Había llegado el tiempo de la cometa y "¡calle para qué te
quiero!". El cielo azulado se estrellaba de día con las estrellas más bonitas y
coloridas. En el tiempo del viento dejaba de lado un poco a Minguito, o
solamente lo buscaba cuando me ponían en penitencia después de una
buena soba. Entonces no intentaba escapar, porque una paliza cerca de otra
dolía mucho. En esos momentos me iba con el rey Luis a adornar, a
enjaezar -término que me gustaba mucho- mi planta de naranja-lima. Para
colmo, Minguito había dado un gran estirón y pronto, muy pronto, estaría
dando flores y frutos para mí. Los otros naranjos demoraban mucho. Mi
planta de naranja-lima era "precoz", como tío Edmundo decía de mí.
Después, él me explicó lo que eso significaba: era cuando las cosas
sucedían mucho antes de que otras ocurrieran. Finalmente, me parece que
no supo explicarlo muy bien. Lo que quería decir, simplemente, era que algo
se adelanta...
Entonces yo tomaba trozos de cordón, sobras de hilos y aguiereaba un
montón de tapitas de botellas para ir a enjaezar a Minguito. ¡Había que ver lo
lindo que quedaba! El viento, golpeándolas, hacía chocar una tapita contra
otra y parecía que estaba usando las espuelas de plata de Fred Thompson
cuando montaba su caballo "Rayo de Luna".
El mundo de la escuela también era muy bueno. Yo sabía todos los
himnos nacionales de memoria. El más grande de todos, que era el
verdadero; los otros himnos nacionales de la Bandera y el himno nacional de
la "Libertad, libertad, abre las alas sobre nosotros". A mí, y creo que también
a Tom Mix, era el que más me gustaba. Cuando iba a caballo, sin estar en
guerra ni en cacerías, me pedía respetuosamente:
-Vamos, guerrero Pinagé, cante el himno de la Libertad.
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