Test Drive | Page 77

-Pégale un cabezazo en la barriga, Zezé. Muérdelo, clávale las uñas, que él solamente tiene gordura. Patea en los huevos. Pero aun con ese ánimo que me daban y su orientación, a no ser por don Rozemberg, el de la confitería, yo habría quedado trasformado en picadillo. Salió de atrás del mostrador y sujetó a Bié por el cuello de la camisa, dándole unos zamarreos. -¿No tienes vergüenza? ¡Semejante grandote pegarle a un chiquito así! Don Rozemberg sentía una pasión oculta, como decían en casa, por mi hermana Lalá. Me conocía, y cada vez que estaba con alguno de nosotros nos daba galletas y caramelos con la mayor de las sonrisas, en las que brillaban varios dientes de oro. *** No resistí y acabé contándole mi fracaso a Minguito. Tampoco hubiera podido esconderlo, con aquel ojo violeta e hinchado. Además de que, cuando papá me vio así todavía me dio unos coscorrones y sermoneó a Totoca A el papá nunca le pegaba. A mí, sí, porque yo era lo más malo que había. Seguramente que Minguito lo había escuchado todo. Entonces, ¿cómo podría dejar de contarle? Escuchó, furioso solamente comentó cuando acabé, con voz enojada: y -¡Qué cobarde! -La pelea no fue nada, si vieras. Paso a paso le conté todo lo que había ocurrido con el "murciélago". Minguito estaba asustado por mi coraje y hasta me alentó: -Algún día ya te vengarás. -¡Sí que me voy a vengar! Voy a pedirle el revólver a Tom Mix y el "Rayo de Luna" a Fred Thompson, y voy a armarle una celada con los indios comanches; un día traeré su melena ondeando en la punta de una caña. Pero en seguida pasó la rabia y nos pusimos a conversar de otras cosas. -Xururuca, ni te imaginas. ¿Te acuerdas que la semana pasada gané un premio por ser buen alumno, aquel libro de cuentos La rosa mágica? 77