-Ven conmigo.
Nos sentamos en un banco de la calle Ceres y él sacó del fondo de su
gran bolsa un enorme sandwich. De la cintura extrajo un cuchillo; era un
cuchillo como para meter miedo. Cortó un pedazo del sandwich y me lo dio.
Después bebió un trago de "cacica"* y pidió dos refrescos de limón para
acompañar la merienda. El decía "merienda". Mientras se llevaba la comida
a la boca me examinaba atentamente y sus ojos estaban muy contentos.
*Especie de aguardiente muy fuerte (N. de la T.).
-¡Sabes, pajarito, me estás dando suerte! Tengo una fila de chicos
panzudos y nunca se me ocurrió la idea de aprovechar a uno de ellos para
que me ayudara.
Tomó un gran trago de limonada.
-¿Cuántos años tienes?
-Cinco. Seis. . . Cinco.
-¿Cinco o seis?
-Todavía no cumplí seis.
-Pues eres un chico muy inteligente y bueno.
-¿Eso quiere decir que el martes que viene nos volveremos a
encontrar? Se rió.
-Si tú quieres.
-Sí que quiero. Pero voy a tener que combinar con mi hermana Ella va a
comprender. Hasta es conveniente porque nunca fui hasta el otro lado de la
estación.
-¿cómo sabes que voy para allá?
-Porque todos los martes lo espero. Una vez usted viene y la otra noEntonces Pensé que usted iría al otro.
-¡Mira que eres vivo! ¿Como te llamas?
-Zezé.
-Y yo, Ariovaldo. ¡Choque! - Tomó mi mano entre las suyas callosas
para sellar "la amistad hasta la muerte''.
No fue muy difícil convencer a Gloria.
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