-Ya me estás pareciendo piojo de cobra.
-Es que quería ver si usted cantaba mejor que Vicente Celestino y Chico
Viola. ¡Y sí que canta mejor! Una amplia sonrisa se dibujó en su cara.
-¿Y tú ya los escuchaste, pajarito?
-Sí, señor. En el gramófono que hay en la casa del hijo del doctor
Adauto Luz.
-Entonces es porque el gramófono era viejo o la aguja estaba arruinada.
-No, señor. Era nuevecita, acababa de llegar. ¡De verdad que usted
canta mucho mejor, eso es lo que pasa! Estuve pensando una cosa.
-A ver.
-Yo lo sigo todo el rato. Bien. Usted me enseña cuánto cuesta cada
folleto; entonces usted canta y yo vendo el folleto. A todo el mundo le gusta
comprarle a un chico.
-No es mala idea, pajarito. Pero dime una cosa: vas porque quieres. Yo
no puedo pagarte nada.
-¡Pero si yo no quiero nada!
-Entonces, ¿por qué?
-Porque me gusta cantar. Me gusta aprender. Y me parece que "Fanny"
es lo más lindo del mundo. Y si al final usted vende mucho, mucho, entonces
me da un folleto viejo que nadie quiera comprar, y se lo llevo a mi hermana.
Se quitó el sombrero y se rascó la cabeza, en la cual los cabellos le
raleaban.
-Tengo una hermana muy joven llamada Gloria y se lo llevaría a ella.
Solamente para eso.
-Entonces vamos.
Y nos fuimos cantando y vendiendo. El cantaba y yo iba aprendiendo.
Cuando llegó el mediodía, me miró medio desconfiado.
-¿Y no vas a tu casa para almorzar?
-Solamente cuando terminemos nuestro trabajo. Se rascó de nuevo la
cabeza.
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