-¡Nunca vi a una persona decir que es un guerrero Pinagé y vivir
siempre sucio! Anda calzándote mientras busco una ropita decente para ti.
Fue a mi cajón y revolvió. Revolvió más. Y cuanto más revolvía menos
encontraba. Todos mis pantaloncitos estaban rotos, agujereados,
remendados o zurcidos.
-No se necesitaba ni contarlo a nadie. Solamente viendo este cajón la
gente descubriría enseguida el niño terrible que eres. Ponte éste, que es el
menos malo.
Y nos dirigimos hacia el descubrimiento "maravilloso" que yo iba a
hacer.
Llegamos cerca de la Escuela, adonde un montón de personas habían
llevado a sus niños para inscribirlos.
-No vayas a hacer un papel triste ni a olvidarte de nada Zezé.
Nos sentamos en una sala llena de chicos, y todos se miraban unos a
otros. Hasta que llegó nuestro turno y entramos en el escritorio de la
directora.
-¿Es su hermanito?
-Sí, señora. Mamá no pudo venir porque trabaja en la ciudad.
Ella me miró bastante y sus ojos parecían grandes y negros porque los
anteojos eran muy gruesos. Lo gracioso es que tenía bigotes de hombre. Por
eso seguramente era la directora.
-¿No es muy pequeño el niño?
-Es muy delgadito para la edad. Pero ya sabe leer.
-¿Qué edad tienes, niño?
-El día 26 de febrero cumplí seis años, sí, señora.
-Muy bien. Vamos a hacer la ficha. Primero los datos familiares.
Gloria dio el nombre de papá. Cuando tuvo que dar el de mamá, ella
dijo solamente: Estefanía de Vasconcelos. Yo no aguanté y solté mi
corrección.
-Estefanía Pinagé de Vasconcelos.
-¿Cómo?
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