Test Drive | Page 48

-¡No puedo más, no puedo más! ¡Y una cobra, con el miedo que les tengo! -Tome un poco de agua de flor de naranjo. Cálmese. Quédese tranquila, que los hombres fueron detrás de la cobra armados con palos, machetes y un farol para alumbrarse. ¡Qué lío de los mil diablos por causa de una cobrita sin importancia! Pero lo peor de todo es que la gente de casa también había ido a mirar. Jandira, mamá y Lalá. -¡Pero si no es una cobra, amigos! Apenas es una media vieja de mujer. En mi miedo había olvidado tirar de la "cobra". Estaba frito. Atrás de la cobra venía el hilo y el hilo entraba en nuestra casa. Tres voces conocidas hablaron al mismo tiempo: -¡Fue él! Ya no se trataba de la caza de una cobra. Miraron debajo de las camas. Nada. Pasaron cerca de mí, y yo ni respiré. Fueron del lado de afuera para mirar la casa. Jandira tuvo una idea: -¡Me parece que ya sé dónde está! Levantó la tapa del cesto y fui l evantado por las orejas y llevado hasta el comedor. Mamá me pegó duro esa vez. El zapato cantó y tuve que gritar para disminuir el dolor y que ella dejara de castigarme. -¡Pestecita! Tú no sabes qué duro es cargar un hijo de seis meses en la barriga. Lalá comentó, irónica: -¡Ya estaba demorando mucho en estrenar la calle! -Y ahora a la cama, sinvergüenza. Salí frotándome el traste y me acosté de bruces. Fue una suerte que papá hubiese ido a jugar a las cartas. Me quedé en la oscuridad tragándome el resto del llanto y pensando que la cama era la mejor cosa del mundo para curarse de una zurra. *** 48