De noche, cada uno cuidaba de su vida. Parecía que la casa nueva
hubiera cambiado el espíritu de todos. En la familia reinaba una alegría
como desde hacía mucho tiempo no la había.
Me quedé quietecito en el portal, esperando. La calle vivía de la poca
iluminación de los postes, y las cercas de altos "Crótons"* sombreaban los
rincones.
*Planta de adorno (N. de la T.).
Seguramente que algunos estarían haciendo guardia en la Fábrica, y
eso que no eran más de las ocho. Difícilmente eran las nueve. Pensé un
momento en la Fábrica. No me gustaba. Su sirena triste en las mañanas se
hacía más desagradable a las cinco de la tarde. La Fábrica era un dragón
que devoraba gente todo el día y vomitaba a su personal de noche, muy
cansado. Y menos me gustaba porque mister Scottfield se había portado mal
con papá. . . ¡Listo! Por allá venía una mujer. Traía una sombrilla debajo del
brazo y una cartera colgando de la mano. Se alcanzaba a escuchar el ruido
de los zuecos golpeando la calle con sus tacones.
Corrí a esconderme en el portal y probé el hilo que arrastraba la cobra.
Ella obedeció. Estaba perfecta. Entonces me escondí bien escondidito
detrás de la sombra de la cerca y me quedé con el hilo entre los dedos. Los
zuecos venían acercándose, más cerca, más cerca todavía, y ¡zas!
Comencé a tirar de la cobra que se deslizó despacio en medio de la calle.
¡Solo que yo no esperaba aquello! La mujer dio un grito tan grande que
despertó a toda la calle. Largó la bolsa y la sombrilla para arriba y se apretó
la barriga sin dejar de gritar:
-¡Socorro! ¡Socorro!. . . Una cobra, amigos.
¡Ayúdenme!
Las puertas se abrieron y solté todo, corrí hacia la casa, entré en la
cocina. Destapé rápidamente el cesto de la ropa sucia y me metí dentro,
cubriendo de nuevo el cesto con la tapa. Mi corazón latía, asustado, y
continuaba escuchando los gritos de la mujer:
-¡Ay! ¡Dios mío, voy a perder a mi hijo de seis meses!
En ese momento no solamente estaba asustado, sino que comencé a
temblar.
Los vecinos la llevaron para adentro y los sollozos y las quejas
continuaban.
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