Test Drive | Page 39

Quizá había venido a hacerse lustrar los zapatos por lo que sucediera tres días antes... Sentir el dinero en el bolsillo me dio cierto ánimo que no duró mucho; ya eran más de las dos de la tarde, la gente charlaba por las calles, ¡y nada! Nadie, ni para sacarles el polvo y soltar unas monedas. Me puse cerca de un poste de la Río-San Pablo, y de vez en cuando soltaba mi voz finita: -¡Se lustra, patrón! ¡Lústrese para ayudar a la Navidad de los pobres! Un coche de rico se detuvo cerca. Aproveché para gritar, sin ninguna esperanza. -Deme una manita, doctor. Aunque solo sea para ayudar a la Navidad de los pobres. La señora, bien vestida, y los niños sentados atrás, se quedaron mirándome, mirando. La señora se conmovió. -Pobrecito, tan chico y tan pobrecito. Dale algo, Arturo. El hombre me examinó con desconfianza. -Ese es un pícaro, y de los bien vivos. Está aprovechándose de su edad y del día. -Aunque así sea, yo le voy a dar. Ven acá, chiquito. Abrió la cartera y estiró la mano por la ventanilla. -No, señora, gracias. No estoy mintiendo. Solamente quien lo necesita mucho trabaja en Navidad. Tomé mi cajoncito, lo colgué en mi hombro y me fui caminando despacito. Ese día no sentía fuerzas ni Para tener rabia. Pero la puerta del coche se abrió y un niño echó a correr detrás de mí. -Toma. Te manda decir mi mamá que no cree que seas un mentiroso. Me puso otros cinco cruzeiros en el bolsillo y ni esperó que le agradeciera... Solamente escuché el rugido del motor que se alejaba. Ya habían pasado cuatro horas y yo continuaba con los ojos de papá martirizándome. 39