Busqué el camino de vuelta. Diez cruzeiros no alcanzaban, pero en todo
caso podría ser que el "Miseria y Hambre" me hiciese un precio más barato,
o me permitiera pagar el resto otro día.
En el rincón de una cerca me llamó la atención una cosa. Era una media
negra y roja, de mujer. Me incliné y la recogí. Arrollé mi mano en ella y
quedó finita. Guardé la media en el cajón, pensando: "Hará una linda cobra".
Pero me enojé conmigo mismo. "Otro día. Hoy, de ninguna manera..."
Llegué cerca de la casa de los Villas-Boas. La casa tenía un gran jardín
y el piso todo de cemento. Sergito andaba por entre las plantas en una
hermosa bicicleta. Apoyé la cara en la reja para espiar:
Era toda roja y con rayas amarillas y azules. El metal deslumbraba, de
tan brillante. Sergito me vio y se puso a hacer demostraciones. Corría, hacía
curvas, daba frenadas que llegaban a chirriar. Entonces se me acercó.
-¿Te gusta?
-Es la bicicleta más linda del mundo.
-Acércate más al portón, que la vas a ver mejor. Sergito era de la misma
edad y grado que Totoca. Sentí vergüenza de mis pies descalzos, porque él
usaba zapatos de charol, medias blancas y ligas de elástico rojo. En el brillo
de los zapatos se reflejaba todo. Hasta los ojos de papá comenzaron a
mirarme desde ese brillo. Tragué en seco.
-¿Qué te pasa, Zezé? Estás raro.
-Nada. De cerca todavía es más bonita. ¿Te la regalaron por la
Navidad?
-Sí.
Bajó de la bicicleta para conversar mejor y abrió el portón.
-Tuve muchísimos regalos. Una victrola, tres trajes, un montón de libros
de cuentos, una caja de lápices de colores de las grandes. Una caja con
juegos, un avión que mueve la hélice. Dos barcos con vela blanca. . .
Bajé la cabeza y me acordé del Niño Jesús, al que solamente le
gustaba la gente rica, como decía Totoca.
-¿Qué pasa, Zezé?
-Nada.
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