Se rió, dentro de su tristeza.
-¿Quién te enseñó eso, ahora?
-Tío Edmundo. Dijo que Luciano lo tenía, y si Luciano, que es menor
que yo lo tiene, yo lo tengo más...
-Voy a hablar con Jandira.
-Es perder el tiempo. Ella nos deja. Jandira solamente vive leyendo
novelas y pensando en sus admiradores. No le importa.
-Vamos a hacer lo siguiente: terminen con el café y nos vamos luego al
portón. Si pasa gente conocida que va para ese lado le pido que los
acompañe.
No quise comer el pan para no demorar. Fuimos hacia el portón.
No pasaba nadie, solamente el tiempo. Pero acabó pasando. Por allá
venía don Pasión, el cartero. Saludó a Gloria, se quitó la gorra y se ofreció a
acompañarnos.
Gloria besó a Luis y después a mí. Conmovida preguntó sonriendo:
-¿Y aquel asunto del soldado raso y las polainas. . .?
-Son mentiras. No fue de corazón. Te vas a casar con un mayor de
aviación lleno de estrellitas en el hombro.
-¿Por qué no fueron con Totoca?
-Totoca dijo que no iba para allá. Y que no estaba dispuesto a llevar
"equipaje".
Salimos. Don Pasión nos mandaba ir adelante e iba a entregar las
cartas en las casas. Después apuraba el paso y nos alcanzaba. Volvía a
repetir la acción, en seguida. Cuando llegamos a la carretera Río-San Pablo,
nos dijo sonriente:
-Hijos míos, estoy muy apurado. Ustedes están retrasando mi trabajo.
Ahora vayan por ahí, que no hay ningún peligro.
Salió, de prisa, con el paquete de cartas y papeles debajo del brazo.
Pensé, rabioso:
-¡Cobarde! Abandonar a dos criaturas en la carretera, después de
haberle prometido a Gloria que nos llevaba.
29