Test Drive | Page 28

Mientras me ponía los pantalones y la camisa blanca, miraba a mi hermano. ¡Qué lindo era! No había otro más lindo en Bangú. Me calcé las zapatillas de tenis, que tenían que durar hasta que fuese al colegio, el año siguiente. Continué mirando a Luis. Lindo y arregladito como estaba hasta podría ser confundido con el Niño Jesús, más crecidito. Apuesto a que va a ganar montones de regalos. Cuando lo miraran... Me estremecí. Gloria acababa de volver y colocaba el pan sobre la mesa. Los días que había pan, el papel hacía ese ruido. Salimos tomados de las manos y nos pusimos delante de ella. -¿No está lindo, Godóia? Yo lo arreglé. En vez de enojarse, se recostó en la puerta y miró hacia arriba. Cuando bajó la cabeza tenía los ojos llenos de lágrimas. -También tú estás lindo. ¡Oh! ¡Zezé!... Se arrodilló y apoyó mi cabeza sobre su pecho. -¡Dios mío! ¿Por qué la vida tendrá que ser tan dura para algunos?... Se contuvo y comenzó a arreglarnos prolijamente. -Te dije que no podría llevarlos, Zezé. Realmente, no puedo. Tengo tanto que hacer. Primero vamos a tomar café, mientras pienso alguna cosa. Aunque quisiese, ya no habría tiempo para que me vistiera. . . Puso nuestro tazón de café y cortó el pan. Continuaba mirándonos afligida. -Tanto trabajo para ganarse unas porquerías de juguetes ordinarios. Claro que tampoco pueden dar cosas muy buenas para tantos pobres como hay. Hizo una pausa y continuó: -Tal vez sea la única oportunidad. No puedo impedir que ustedes vayan. .. Pero, Dios mío, son muy chiquitos... -Yo lo llevo a él con cuidado. Lo llevaré de la mano todo el tiempo, Godóia. Ni siquiera es necesario cruzar la carretera Río-San Pablo. -Aun así es peligroso. -No lo es, y yo tengo sentido de orientación. 28