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LOS FLACOS DEDOS DE LA POBREZA
Cuando le conté mi problema a tío Edmundo, lo encaró con toda
seriedad.
-Entonces, ¿eso es lo que te preocupa?
-Sí, eso. Tengo miedo de que, al mudar de casa, Luciano no venga con
nosotros.
-Crees que el murciélago te quiere mucho. . .
-Sí, me quiere. . .
-¿Desde el fondo del corazón?
-Sin duda.
-Entonces puedes estar seguro de que irá. Puede ser que demore en
aparecer por allá, ¡pero un día descubre el lugar y aparece!
-Ya le dije la calle y el número de la casa en donde vamos a vivir.
-Pues entonces es más fácil. Si no puede ir, por tener otros
compromisos, mandará a un hermano, a un primo, a cualquier pariente, y ni
siquiera vas a notarlo.
Sin embargo, yo todavía estaba indeciso. ¿Qué ganaba con darle el
número y la calle a Luciano, si no sabía leer? Podía ser que fuese
preguntando a los pajaritos, a los "tata Dios", a las mariposas.
-No te asustes, Zezé, los murciélagos tienen sentido de orientación.
-¿Tienen qué, tío?
Me explicó lo que era el sentido de orientación, y quedé cada vez más
admirado por su sabiduría.
Resuelto mi problema, fui a la calle para contar a todo el mundo lo que
nos esperaba: la mudanza. La mayoría de las personas grandes me decían
con gesto alegre:
-¿Así que se van a mudar, Zezé? ¡Qué bueno!...
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