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3 LOS FLACOS DEDOS DE LA POBREZA Cuando le conté mi problema a tío Edmundo, lo encaró con toda seriedad. -Entonces, ¿eso es lo que te preocupa? -Sí, eso. Tengo miedo de que, al mudar de casa, Luciano no venga con nosotros. -Crees que el murciélago te quiere mucho. . . -Sí, me quiere. . . -¿Desde el fondo del corazón? -Sin duda. -Entonces puedes estar seguro de que irá. Puede ser que demore en aparecer por allá, ¡pero un día descubre el lugar y aparece! -Ya le dije la calle y el número de la casa en donde vamos a vivir. -Pues entonces es más fácil. Si no puede ir, por tener otros compromisos, mandará a un hermano, a un primo, a cualquier pariente, y ni siquiera vas a notarlo. Sin embargo, yo todavía estaba indeciso. ¿Qué ganaba con darle el número y la calle a Luciano, si no sabía leer? Podía ser que fuese preguntando a los pajaritos, a los "tata Dios", a las mariposas. -No te asustes, Zezé, los murciélagos tienen sentido de orientación. -¿Tienen qué, tío? Me explicó lo que era el sentido de orientación, y quedé cada vez más admirado por su sabiduría. Resuelto mi problema, fui a la calle para contar a todo el mundo lo que nos esperaba: la mudanza. La mayoría de las personas grandes me decían con gesto alegre: -¿Así que se van a mudar, Zezé? ¡Qué bueno!... 24