No sé muy bien el lugar de ellos, pero voy a aprenderlo para no enseñarte
mal.
Estaba cansándose del juego.
- Zezé, cántame "Casita pequeñita".
- ¿Aquí, en el Jardín Zoológico? Hay mucha gente.
- No. La gente ya se está yendo...
- Es muy larga la letra. Voy a cantar sólo la parte que te gusta. Esa
donde se habla de las cigarras. Saqué pecho:
Tú sabes de dónde vengo,
De una casita que tengo;
Queda allá junto a un huerto. . .
Es una casa chiquita,
En lo alto de una colina
Y se ve el mar a lo lejos. . .
Pasé por alto un montón de versos.
Entre las palmeras altas
Cantan todas las cigarras
Al volverse de oro el sol.
Cerca se ve el horizonte.
En el jardín canta una fuente
Y en la fuente un ruiseñor...
Ahí paré. Ellas continuaban firmes, esperándome. Tuve una idea; me
quedaría allí cantando hasta que llegara la noche. Acabarían por cansarse.
¡Pero qué! Canté toda la canción, la repetí, canté "Es tu afecto pasajero"
y hasta "Ramona". Las dos letras diferentes que sabía de "Ramona"... y
nada. Entonces me entró la desesperación. Era mejor acabar con aquello.
Fui adonde ellas se hallaban.
-Está bien, Lalá. Me puedes pegar.
Me puse de espaldas y ofrecí el material. Apreté los dientes porque la
mano de Lalá tenía una fuerza de mil diablos en la chinela.
***
Fue mamá quien tuvo la idea.
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