-Más tarde. Ahora no. Están jugando tan quietecitos.
Ella ya lo sabía todo. Sabía que yo había saltado la cerca y entrado en
los fondos de la quinta de doña Celina. Me quedé fascinado con la cuerda de
la ropa balanceando al viento un montón de piernas y brazos. El diablo me
dijo entonces que podía saltar al mismo tiempo en todos los brazos y
piernas. Estuve de acuerdo con él en que sería muy divertido. Busqué un
pedazo de vidrio bien afilado, subí al naranjo, y corté la cuerda con
paciencia.
Casi me caía cuando todo eso se vino abajo. Un grito y todo el mundo
corrió.
-Vengan, por favor, que se cayó la cuerda. Pero una voz no sé de
dónde gritó más alto.
-Fue ese demonio del chico de don Paulo. Lo vi trepando en el naranjo
con un pedazo de vidrio...
-¿Zezé?
-¿Qué pasa, Luis?
- Cuéntame cómo sabes tantas cosas del Jardín Zoológico.
- ¡Uf, ya visité muchos en mi vida!
Mentía; todo lo que sabía era lo que me contara tío Edmundo,
prometiendo llevarme allá algún día. Pero él andaba tan despacito que,
cuando llegáramos, seguro que ya no existiría nada. Totoca había ido una
vez con papá.
- El que más me gusta es el de la calle Barón de Drummond, en Villa
Isabel. ¿Sabes quién fue el Barón de Drummond? Por supuesto que no.
Eres muy chico paral saber estas cosas. El tal Barón debió haber sido amigo
de Dios. Porque fue a él a quien ayudó Dios a crear el "jogo do bicho"* y el
Jardín Zoológico. Cuando seas mayor...
*Especie de lotería, llamada así porque a cada grupo de 4 unidades le
corresponde un determinado animal (N. de la T.).
- Las dos continuaban allá.
- Cuando yo sea mayor, ¿qué?
- ¡Ay qué chico preguntón! Cuando pase eso te voy a enseñar los
animales y el número de cada uno. Hasta el número veinte. Desde ése,
hasta el número veinticinco, yo sé que hay vaca, toro, oso, venado y tigre:.
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