Después del café, bajo la mirada feliz de Gloria, fuimos hacia el fondo,
tomados de la mano. Gloria se recostó sobre la puerta, aliviada. Antes de
llegar al gallinero me di vuelta y le dije adiós con la mano. En sus ojos
brillaba la felicidad, en mi extraña precocidad, adivinaba lo que pasaba en su
corazón: "¡Ha vuelto a sus sueños, gracias a Dios!".
-Zezé...
-Hum...
-¿Dónde está la pantera negra?
Era difícil recomenzar todo sin creer en nada. Tenía deseos de contarle
lo que en realidad sucedía. "Tontito, nunca existió esa pantera negra.
Apenas era una gallina negra y vieja, que me comí en un caldo".
-Solo quedaron las dos leonas, Luis. La pantera negra se fue de
vacaciones a la selva del Amazonas.
Era mejor conservar su ilusión lo más posible. Cuando yo era una
criaturita también creía en esas cosas.
El reyecito agrandó los ojos.
-¿Allí, en esa selva?
-No tengas miedo. Se fue tan lejos que nunca más acertará el camino
de vuelta.
Sonreí con amargura. La selva del Amazonas era apenas una media
docena de naranjos espinosos y hostiles.
-Sabes, Luis, Zezé está muy débil; necesita regresar. Mañana
jugaremos más. Al trencito del Pan de Azúcar y a todo lo que quieras.
Accedió e iniciamos lentamente el regreso. Todavía era muy pequeño
para adivinar la verdad. Yo no quería llegar cerca del zanjón o del río
Amazonas. No quería encontrarme con el desencanto de Minguito. Luis no
sabía que aquella flor blanquita había sido nuestro adiós.
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SON TANTOS L0S VIEJOS ARBOLES
Aún no había anochecido y la noticia había sido confirmada. Parecía
que una nube de paz volvería a reinar sobre la casa y la familia.
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