Test Drive | Page 136

Abrí los ojos y en la semioscuridad estaba Gloria, que no se alejaba de mi lado. Había traído el sillón-hamaca a la habitación, y muchas veces se adormecía de cansancio. -Godóia, ¿ya es la tarde? -Casi la tarde, corazón. -¿Quieres abrir la ventana? -¿No te va a doler la cabeza? -Creo que no. ..... La luz entró y se vio un pedazo de lindo cielo. Lo miré y de nuevo comencé a llorar. -¿Qué es eso, Zezé? Un cielo tan lindo, tan azul, que el Niño Dios hizo para ti. . . El me lo dijo hoy. No entendía lo que el cielo significaba para mí. Se recostaba cerca de mí, tomaba mis manos y hablaba tratando de animarme. Su rostro estaba abatido y flaco. -Mira, Zezé, dentro de poco estarás sano. Soltando cometas, ganando ríos de bolitas, subiendo a los árboles, montando a Minguito. Quiero verte como antes, cantando canciones, trayéndome folletos de música. ¡Haciendo tantas cosas lindas! ¿Viste cómo está de triste la calle? Todo el mundo siente tu falta y tu alegría. . . Pero tienes que ayudar. Vivir, vivir y vivir. -Sabes, Godóia, es que no quiero vivir más. Si me sano voy a volver a ser malo. No me entiendes. Pero ya no tengo para quién ser bueno. -Bien, pero no necesitas ser siempre tan bueno. Continúa siendo un niño, una criatura como siempre fuiste. -¿Para qué, Godóia? ¿Para que todo el mundo me pegue? ¿Para que todo el mundo me martirice?. . . Tomó mi cara entre sus manos y dijo, resuelta: -Mira, Gum. Te juro una cosa. Cuando te sanes, nadie, nadie, ni siquiera Dios, va a poner las manos sobre ti. Solamente si antes pasan por sobre mi cadáver. ¿Me crees? Hice un signo afirmativo. 136