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-Entonces hay que convencerlo de que no es verdad. -Ya lo intentamos de todas formas, pero no lo cree. Para él, su plantita de naranja-lima es una persona. Es un niño muy extraño. Muy sensible y precoz. Escuchaba todo y continuaba sin interés de vivir. Quería ir al cielo, y ningún vivo iba allá. Compraron remedios, pero continuaba vomitando. Entonces sucedió algo hermoso. La calle se puso en movimiento para visitarme. Olvidaron que yo era el diablo con figura de persona. Vino don "Miseria y Hambre" y me llevó torta de mana-mole. La negra Eugenia me trajo huevos y le rezó a mi barriga para que dejara de vomitar. -El hijo de don Pablo se está muriendo. . . Me decían cosas agradables. -Tienes que curarte, Zezé. Sin ti y tus diabluras la calle está muy triste. Vino a verme doña Cecilia Paim, trayendo mi cartera de colegio y una flor. Y eso solo sirvió para hacerme llorar de nuevo. Ella contó cómo había salido de la clase; pero solamente sabía eso. Hubo gran tristeza cuando llegó don Ariovaldo. Reconocí su voz y fingí que dormía. -Espere usted hasta que se despierte. Se sentó y se puso a conversar con Gloria. -Escuche, doña, vine por todos los rincones preguntando por la casa hasta que la descubrí. Sollozó con fuerza. -Mi santito no puede morirse. No deje que se muera, doña. ¿Era para usted que él traía mis folletos, no? Gloria casi no podía contestar. -No deje que se muera este bichito, doña. Si le sucede cualquier cosa nunca más vendré a este suburbio desgraciado. Cuando entró en la habitación, se sentó cerca de la cama y apoyó mi mano en su cara. 134