carretera, en la que me permitió llamarlo Portuga y me colocó sobre su
coche para hacer el "murciélago". Me senté en un tronco de árbol y me
encogí todo, apoyando mi cara en las rodillas. Me dominó un desasosiego
tan grande que ni yo mismo lo esperaba.
-Eres muy malo, Niño Jesús. ¡Yo que pensaba que esta vez iba a nacer
Dios, y haces esto conmigo! ¿Por qué no me quieres como a los otros
chicos?