Test Drive | Page 130

"Faltan pocos días para que lleguen las vacaciones." La miré para ver si había algún error. Ella sonreía, satisfecha, y sobre la mesa continuaba vacío el florero. Vacío, pero con la rosa de la imaginación como ella había dicho. Quizá porque doña Cecilia Paim no era bonita, muy raramente alguien le llevaba una flor. Volví a mi banco, contento con mi frase. Contento porque cuando llegaran las vacaciones iría a pasear en burro con Portuga. Después aparecieron otros, decididos a escribir una frase. Pero el héroe había sido yo. Alguien pidió permiso para entrar en la clase. Uno que llegaba tarde. Era Jerónimo. Llegó inquieto y tomó asiento detrás de mí. Colocó los libros con mucho ruido y comentó algo con su vecino. No presté mucha atención. Lo que quería era estudiar mucho para llegar a sabio. Pero una palabra de la conversación susurrada me llamó la atención. Hablaban del Mangaratiba. -¿Agarró a algún coche? -Al cochazo aquel tan lindo de don Manuel Valadares. Me di vuelta, atontado. -¿Qué fue lo que dijiste? -Dije eso: que el Mangaratiba agarró al coche del Portugués en el paso de la calle da Chita. Por eso llegué tarde. El tren despedazó al automóvil. Había un montón de gente. Llamaron hasta al Cuerpo de bomberos de Realengo. Comencé a sudar, frío, y mis ojos amenazaban oscurecerse. Jerónimo continuaba respondiendo a las preguntas del vecino. -No sé si murió. No dejaban que ningún chico se aproximara. Me fui levantando sin sentirlo. Aquel deseo de vomitar me atacó mientras mi cuerpo estaba mojado de sudor frío. Salí del banco y caminé hacia la puerta de salida. Ni siquiera reparé bien en el rostro de doña Cecilia Paim, que había venido a mi encuentro, tal vez asustada por mi palidez. -¿Qué pasa, Zezé? Pero no podía responderle. Mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. Me entró una locura enorme y comencé a correr; sin pensar en la 130