-¿Qué cosa eres?
-Troglodita. Tío Edmundo me mostró un retrato en la revista. Tenía un
mameluco peludo con una porra en la mano. Pues bien, troglodita era la
gente que vivía al comienzo del mundo, en unas cavernas de Ne. . . Ne. . .
Ne no sé qué. No conseguí retener el nombre porque era extranjero y muy
difícil...
-Tío Edmundo no debiera meterte tantos gusanos en la cabeza. Bueno,
¿me los prestas?
-No sé si tengo...
-¡Caramba, Zezé, cuántas veces salimos a lustrar y porque no hiciste
nada yo divido mis ganancias! ¡Cuántas veces estás cansado y te traigo tu
caja de lustrador!...
Era verdad. Totoca pocas veces era malo conmigo. Yo sabía que al final
le haría el préstamo.
-Si me los prestas te cuento dos cosas maravillosas.
Quedé en silencio.
-Te digo que tu planta de naranja-lima es mucho más linda que mi
tamarindo.
-¿De veras dices eso?
Metí la mano en el bolsillo y sacudí las monedas.
-¿Y las otras dos cosas?
-Que nuestra miseria se va a acabar; papá encontró un empleo de
gerente en la fábrica de Santo Aleixo. Vamos a ser ricos de nuevo.
¡Caramba! ¿No te pones contento?
-Sí, por papá. Pero no quiero salir de Bangú. Voy a quedarme a vivir
con Dindinha. De aquí saldré solamente para ir detrás de los montes.
-¿Prefieres quedarte con Dindinha y tomar purgante todos los meses,
antes que venir con nosotros?
-Sí, lo prefiero. Nunca vas a saber por qué. . . ¿Y la otra cosa?
-No puedo hablar aquí. Hay "alguien" que no debe escuchar.
Salimos y nos fuimos hacia el baño. Y también allí habló en voz baja.
127