-En Navidad voy a tener mucho dinero. Comprare un camión de
castañas y avellanas. Nueces, higos y pasas. Y tantos juguetes que hasta
ellos van a tener que prestárselos a los vecinos pobres. . . Y voy a tener
mucho dinero, porque de ahora en adelante quiero ser rico, muy rico y
además voy a ganar en la lotería.
Miré desafiante a Minguito y reprobé su interrupción.
-Y déjame terminar de contar lo que falta, que todavía hay muchos hijos.
"Bien, hijo, ¿quieres ser vaquero? Aquí están la silla y el lazo. ¿Quieres ser
maquinista del Mangaratiba? Aquí están la gorra y el pito. . ."
-¿Para qué el pito, Zezé? Vas a terminar loquito de tanto hablar solo.
Totoca había llegado y se sentó cerca de mí. Examinó con una sonrisa
amistosa mi plantita de naranja-lima, llena de lazos y de tapitas de cerveza.
Algo estaba queriendo.
-Zezé, ¿quieres prestarme cuatrocientos réis?
-No.
-Pero los tienes, ¿no es cierto?
-Sí que los tengo.
-¿Y me dices que no me los prestas, sin siquiera saber para qué los
quiero?
-Necesito hacerme muy rico para poder viajar allá, detrás de los montes.
-¿Qué locura es ésa?
-No te la voy a contar.
-Pues trágatela,
-Me la trago y no te presto los cuatrocientos réis.
-Eres muy hábil, tienes puntería. Mañana juegas y ganas más bolitas
para vender. En un momento recuperas los cuatrocientos réis.
-Aun así no te presto nada, y no vengas a pelear que estoy portándome
bien, sin meterme con nadie.
-No quiero pelear. Pero eres el hermano que más quiero. Y de pronto te
trasformaste en un monstruo sin corazón...
-No soy un monstruo. Ahora soy un troglodita sin corazón.
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