-¿Estás hablando en serio?
Entonces se dio cuenta de mi turbación.
-Tontito, eso va a tardar mucho. Tal vez nunca suceda en mi vida.
-¿Y yo? Con lo que me costó que fueses como quería.
Mis ojos estaban cobardemente llenos de lágrimas.
-Pero tú debes admitir que a veces la gente también tiene el derecho de
soñar.
-Es que no me pusiste en tu sueño.
Sonrió, encantado.
-En todos mis sueños, Portuga, te pongo. Cuando salgo por las verdes
campiñas, con Tom Mix y Fred Thompson, alquilé una diligencia para que
viajes en ella y no te canses mucho. Vas a todos los rincones a los que voy
yo. De vez en cuando, en la clase, miro hacia la puerta y pienso que llegas y
me saludas con la mano...
-¡Santo Dios! Nunca vi una almita tan sedienta de ternura como tú. Pero
no debías apegarte tanto a mí, ¿sabes?
Y es