-Hay un lugar muy lindo. Llevaremos alguna cosa para comer. ¿Qué es
lo que más te gusta?
-Tú, Portuga.
-Hablo de salame, huevos, bananas...
-Me gusta todo. En casa se aprende a que le guste todo lo que tiene y
cuando tiene.
-Entonces, ¿vamos?
-Ni voy a dormir pensando en eso. Pero había un grave problema
circundando la felicidad.
-¿Y qué vas a decir para poder alejarte de tu casa todo un día?
-Invento cualquier cosa.
-¿Y si después te descubren?
-Hasta fin de mes no pueden pegarme. Se lo prometieron a Gloria, y
Gloria es una fiera. Es la única gata barcina que se parece a mí.
-¿Verdad?
-Sí. Solamente me podrán golpear después de un mes, cuando me
"recupere".
Encendió el motor y recomenzó la marcha de regreso.
-¿Quiere decir que de aquello no se habla más?
-Aquello ¿qué cosa?
-Lo del Mangarativa.
-Voy a demorar un tiempo más para hacer eso.
-Me parece bien.
Después supe, por don Ladislao, que a pesar de mi promesa el Portuga
regresó a su casa luego que el Mangarativa pasó de regreso. Bien entrada la
noche.
***
Habíamos viajado por lindos caminos. La carretera no era ancha ni
asfaltada, ni empedrada; pero, en compensación, los árboles y los pastos
eran una belleza. Y eso para no hablar del sol y del cielo alegre, tan azul.
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