Test Drive | Page 111

Me fue dominando una debilidad tan grande que apenas conseguí llegar cerca de sus espaldas. Quien dio la alarma fue don Ladislao: -¡Portuga, mira quién está ahí! Se dio vuelta despacio y su rostro se abrió en una sonrisa de felicidad. Abrió los brazos y me apretó largamente. -Mi corazón estaba diciéndome que vendrías hoy. Después me miró un cierto tiempo. -Entonces, fugitivo, ¿dónde estuviste todo este tiempo? -Estuve muy enfermo. Empujó una silla. -Siéntate. Chasqueó con los dedos, llamando al mozo, que ya sabía lo que me gustaba. Pero cuando trajo el refresco y las galletas, ni los toqué. Apoyé la cabeza sobre los brazos y así me quedé, sintiéndome débil y triste. -¿No quieres? Como no respondiera, el