-¿Y cuándo es pasado mañana?
-El viernes.
-Y el viernes ¿no vas a querer traerme un "Rayo de Luna", del centro?
-Vamos despacio, Zezé. ¿Qué es un "Rayo de Luna"?
-Es el caballito blanco que vi en el cine. Su dueño es Fred Thompson.
Es un caballo amaestrado.
-¿Quieres que te traiga un caballito de ruedas?
-No. Quiero ese que tiene cabeza de madera con riendas. Que la gente
le pone un cabo y sale corriendo. Necesito entrenarme porque voy a trabajar
después en el cine.
Continuó riéndose.
-Comprendo. Y si te lo traigo ¿qué gano yo?
-Te doy una cosa.
-¿Un beso?
-No me gustan mucho los besos.
-¿Un abrazo?
Lo miré con mucha pena. Mi pajarito de adentro me dijo una cosa. Y fui
recordando otras que había escuchado muchas veces. . . Tío Edmundo
estaba separado de la mujer y tenía cinco hijos. . . Vivía tan solo y caminaba
tan despacio, tan despacito. . . ¿Quién sabe si no caminaba despacio porque
tenía nostalgia de sus hijos? Ellos nunca venían a visitarlo.
Rodeé la mesa y apreté con fuerza su cuello. Sentí su pelo blanco rozar
mi frente con mucha suavidad.
-Esto no es por el caballito. Lo que voy a hacer es otra cosa. Voy a leer.
-Pero, ¿tú sabes leer, Zezé? ¿Qué cuento es ése? ¿Quién te enseñó?
-Nadie.
-No me mientas.
Me alejé y le comenté desde la puerta:
-¡Tráeme mi caballito el viernes y vas a ver si leo o no!. . .
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