Arrojó el cinto sobre la mesa y se pasó las manos por el rostro. Lloraba
por él y por mí.
-Perdí la cabeza. Pensé que se estaba burlando de mí, que me faltaba
al respeto.
Al levantarme Gloria del suelo, me desmayé. Cuando volví a darme
cuenta de las cosas, ardía en fiebre. Mamá y Gloria estaban a mi cabecera y
me decían cosas cariñosas. En el comedor se notaba el ir y venir de mucha
gente; hasta Dindinha había sido llamada. A cada movimiento me dolía todo.
Después supe que querían llamar al médico, pero no se atrevían.
Gloria me trajo un caldo que había hecho y trató de darme algunas
cucharadas. Mal podía respirar y menos tragar. Quedaba en una
somnolencia endiablada y cuando me despertaba el dolor iba disminuyendo.
Pero mamá y Gloria continuaban velándome. Mamá pasó la noche conmigo
y solamente bien de madrugada se levantó para prepararse. Tenía que ir a
trabajar. Cuando vino a despedirse de mí, me tomé de su cuello.
-No va a ser nada, hijito. Mañana ya estarás bien...
-Mamá. . .
Le hablé bajito, haciendo la peor acusación de mi vida.
-Mamá, yo no debía de haber nacido. Debía haber sido como mi globo...
Me acarició tristemente la cabeza.
-Todo el mundo debe haber nacido así, como nació. Tú también. Solo
que a veces, Zezé, eres demasiado atrevido...
5
SUAVE Y EXTRAÑO PEDIDO
Se necesitó una semana para que me recuperase del todo. Mi
desánimo no provenía de los dolores ni de los golpes. Aunque es verdad que
en casa comenzaron a tratarme tan bien que era como para desconfiar. Pero
algo faltaba. Algo importante que me hiciese volver a ser el mismo, tal vez a
creer en las personas, en la bondad de ellas. Me quedaba quietecito, sin
ganas de nada, sentado casi siempre cerca de Minguito, mirando la vida,
perdido en un desinterés por todo. Nada de conversar con él ni de escuchar
sus historias. Lo más que sucedía era dejar a mi hermanito que se quedara
cerca. Hacer trencitos del Pan de Azúcar con los botones, que él adoraba, y
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