Test Drive | Page 103

Comenzó a oscurecer rápidamente y yo trabajaba. La Fábrica hizo sonar el silbato. Había que apurarse. Jandira ya estaba colocando los platos en la mesa. Tenía la manía de darnos de comer más temprano, para que luego no molestásemos a los mayores. -¡Zezé!... ¡Luis!... El grito fue tan fuerte como si uno estuviera allá por los lados del Murundu. Bajé a Luis y le dije: -Anda primero, que ya voy yo. -¡Zezé!... ¡Ven en seguida o vas a ver! -¡Ya voy! La diabla estaba de mal humor. Debía de haberse peleado con alguno de sus festejantes. El de la punta o el del comienzo de la calle. Ahora, como si fuese a propósito, la cola estaba secándose y la harina se pegaba en los dedos, dificultando el trabajo. El grito llegó más fuerte. Y casi no había luz para mi trabajo. -¡Zezé!... Listo. Estaba perdido. Ella venía de allá furiosa. -¿Piensas que soy tu sirvienta? Ven a comer en seguida. Entró violentamente en la sala y me agarró de las orejas. Me fue arrastrando hasta el comedor y me tiró contra la mesa. Entonces me enojé. -No como. No como. ¡No como! Quiero acabar de hacer mi globo. Me escapé y volví corriendo hacia el lugar de antes. Ella se volvió hecha una fiera. En vez de avanzar hacia mí, caminó en dirección a la mesa. Y era una vez un bello sueño. Mi globo inacabado se trasformó en tiras rotas. No satisfecha con eso (tan grande fue mi sorpresa, que no hice nada), me agarró por las piernas y por los brazos y me tiró en medio del comedor. -Cuando yo hablo es para que se me obedezca. El diablo se soltó adentro de mí. La rebelión estalló como un ventarrón. Al comienzo fue una simple andanada. -¿Sabes lo que eres? ¡Una puta! 103