No hay posibilidad de realizar la función de psicoanalista: 1. Sin haber pasado
por el diván y atravesado un análisis y 2. Sin el dispositivo analítico, sin el
paciente , en el devenir de cada sesión donde va construyendo su propio
análisis.
Se suele decir, frase que acepto en su congruencia: La formación del analista
es el análisis de sus formaciones del inconciente.. Es tan central el análisis del
analista que apunta a su formación y a la terminación de su análisis, temas
cuya reflexión siguen inacabadas, desde los orígenes del psicoanalisis.
Ahora bien llaman la atención varios elementos que me gustaría poner a
discusión:
1. Si bien se parte del análisis del analista, de su deseo de analizar como
fundante de este camino, enunciado en diván, de repente
encontramos en la práctica más preocupación por los procedimientos
administrativos y de formación teórico en los lugares “de formación”
de los futuros analistas, descolocándose lo fundamental que es la
transferencia.
En este punto, la burocracia, los procedimientos y el deseo de control
originario de los candidatos a análisis, imperaron a tal grado que en el
concepto de Analisis didáctico, lo único que queda es una didáctica
ausente de psicoanálisis. A tal grado puede llegarse en este sentido
que un paciente estando en análisis, y obviamente en transferencia,
puede ser obligado, impulsado, aconsejado, manipulado por su
institución para dejar ese análisis y entrar en “análisis didáctico” con
un analista de la propia institución. Porqué? Se suele argüir que para
que la formación no se contradiga con la clínica , porque así se tiene
más control y certeza de que el aspirante está en análisis con un
miembro de la institución. Descrito así un proceso como este , no
queda la menor duda que es de lo menos analítico pues atenta contra
el eje fundamental de todo análisis , la transferencia.
Aún así, las almas se apaciguan en lo que se considera una “ética” y
por lo menos hay una respuesta institucional que constata que el
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