Test 160819 Modelo 1 | Page 16

En una tarde de ocio, mientras miraba los premios Ariel del presente año, quedé fascinada por el discurso de Isabela Vega. En dicha entrega los premiados aprovechaban el micrófono para hacer denuncias sociales por encima de sus agradecimientos estandarizados; sabemos que en México existe un escaso apoyo a la producción artística, así como a los derechos de salud, al deporte, y a otros tantos supuestos básicos que deberían sostener una sociedad. Esta mujer de la que les hablo, expresó denuncias a diferentes niveles, desde la pertenencia identitaria como una gran familia al interior del cine mexicano, pasando por la inseguridad que se vive en nuestro país y que nos deja temerosos de salir a la calle, hasta hacer pública esta dolencia en nuestro lenguaje. No recuerdo la frase exacta, pero justamente se preguntaba por qué hay tantas palabras en desuso, como la ética, como la dignidad, la compasión. Palabras que estaban en la expresión común y que han sido destituidas por otras (que no quiero decir, pero ya lo estoy diciendo: mucho más vacías). ¿Es que hemos dejado de sentir estas emociones por no poder nombrarlas? ¿Dónde están cuando el corazón palpita de manera inexplicable? Entonces me pregunto ¿desde dónde escucho en la clínica? Si realmente estoy pudiendo leer estas nuevas formas comunicativas o si acaso la sensación de muchos pacientes sobre la ausencia de sentido, tiene que ver con el olvido de palabras que designaban emociones que permitían enunciar y por tanto darles existencia. ¿Será que al no poder nombrarlas no hemos podido reducir la angustia que vive detrás? ¿Cómo pensar-nos en un país donde lo desaparecido se normaliza? ¿Qué compromiso tenemos los psicoanalistas frente a estas lagunas de sentido que marcan el discurso social y que configuran también un modo de ejercer nuestro oficio? ¿A dónde apunta nuestra escucha sobre la palabra singular cuando está siendo oprimida por la lógica del olvido y la represión? Esto es lo que tenemos que aprender a escuchar, y esto no depende de un asunto de técnica psicoanalítica, si contestar o no un inbox de Facebook a un pedido de cita para psicoanálisis. Nuestra tarea es pensar metapsicológicamente la clínica desde los nuevos malestares y las nuevas formas de enunciación. Es decir, cuestionar el lugar de la pantalla que rige nuestras vidas, no sólo en términos psicoanalíticos y sobre lo especular y el resto de este intermediario, sino en términos del verdadero lenguaje contemporáneo que nos configura en el día a día. Dice Colina en su texto Melancolía y Paranoia (2011): La lengua es el caparazón lingüístico que reboza la realidad para volverla cognoscible, de forma que, cuando se resquebraja, las cosas dejan de estar en su sitio natural y se descolocan o avanzan hacia uno cargadas de una oscuridad inefable y enigmática. Sigo pensando en las instituciones que nos rigen hoy, y en los valores que se persiguen. ¿Cuáles resultan ya insostenibles? Si el lenguaje era el primer cómplice desde 12