Promover actos instituyentes implica suscitar un compromiso y responsabilidad.
Dejar de pensar la institución como la madre suficientemente buena, y apostar a la creación
en conjunto, porque, solemos olvidar que la institución somos todos, y sus quehaceres
dependen de nuestro propio nivel de intervención y responsabilidad ética. Estamos tan
acostumbrados a quejarnos de los lugares impuestos, que sostenemos un lugar de víctimas
frente a un monstruo institucional, frente a una historia que parece ajena, y que, de alguna
manera nos pertenece en tanto la manera de habitar la institución en el día a día.
Las crisis de las instituciones psicoanalíticas se inscriben en el marco social, y no tenemos
derecho de obviarlo. Por otra parte, el entretejido del que forma parte la institución
psicoanalítica, desde sus orígenes, forma parte del lienzo singular donde se inscribe el deseo
de formarse desde uno y otro lugar.
Entonces tenemos diferentes terrenos para pensar la institución. El Círculo, aquel
idealizado en nuestra primera elección, que se va cayendo porque a veces confundimos las
figuras que lo sostienen con la ideología base que da pensamiento y estructura. Esfuerzos
múltiples por historizar se han generado hace unos años, y, como todo tratamiento de la
historia, aparecen inaudibles que confrontar para posicionarse nuevamente.
Denegar la familia donde aprendimos el código moral y la forma de aproximación
teórica, es tan sintomático, como cómodo. Pero nada se aleja más de la posición del
psicoanálisis que yo mamé, aquí en el Círculo.
Nuevos valores, nuevos imaginarios.
El Círculo, con sus profundas contradicciones, me ha enseñado que el anudamiento
entre teoría, clínica y análisis personal es indispensable. Pero más aún, ubicar los malestares
singulares en el contexto histórico-social me resulta imprescindible. Pensarnos hoy tiene
que ver con poder entender todas las placas tectónicas que establecen las bases de estas
instituciones. Empezando por el lenguaje y sus códigos. ¿Qué valores constituyen los
estándares de esta época y cómo escucharlos con su propia estructura y a la vez, no soltar
el padecimiento que les da fuerza? El lenguaje, nuestra primera institución, danza en
códigos que establecen lenguas y modos de enunciación. Y ahí está nuestra verdadera
naturaleza social, en estas modificaciones y re-condicionamientos. ¿De qué olvidos somos
resultado en esta generación y cómo se escuchan los síntomas sociales desde la clínica de
lo auténticamente singular?
Disfruto mucho el cine de AsgharFarhadi (El cliente, El pasado, Nader y Simin: una
separación), porque plantea siempre problemáticas sobre la moral, la dignidad, el dolor por
el destierro, el honor, la compasión, entre otros conflictos, que siempre me dejan la cabeza
dando vueltas.
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