me dije: “Esta boca es mía”. Caminar por otras instituciones psicoanalíticas me permitió
reconciliarme con mis inconformidades sobre el CPM. Tuve una experiencia como docente
en una institución donde me exigían que les hiciera un examen escrito a los alumnos
terminado el semestre, evaluando su saber sobre la teoría psicoanalítica, como si por ello
uno pudiera acercarse al orden de la transmisión y la posición ética-epistemológica. Visitas
en otras instituciones psicoanalíticas de renombre me han dejado siempre ese mismo sabor
de boca, o estrechez de cintura, porque siento que el cinturón está tan apretado que la
posibilidad de acercarse al acto de la creación y de la experiencia no pasa por ese tipo de
formación. Así, los recorridos por otras instituciones me han generado la misma desazón.
Reconozco, sin embargo, a quienes, de manera singular, se han apropiado de un decir y
hacer, más allá de la institución a la que dicen pertenecer. Y luego están los otros, los
afortunados huérfanos, los que se han atrevido a ir por la libre, y en cuyo caso, lo propio se
adquiere y actualiza constantemente, pero la falta de un apellido también configura un
modo de hacer y actuar muy particular que siempre se desdibuja, como sucede siempre en
la práctica clínica misma.
Ser parte de una institución o no serlo, como formando, como miembro activo, como
simple “oyente” no sólo es un tema de asistencia sino de pertenencia. Y la pertenencia
también configura los rasgos identitarios que van conformando los nuevos saberes.
Se topa uno en los congresos a ciertas personas que con recelo expresan a qué
institución pertenecen, o donde se formaron, y cómo esto genera también una apropiación
de la palabra psicoanalítica desde un lugar muy particular. Se abren los ojos, o se hacen
gestos frente a las nominaciones de pertenencia, como si por tener dicha inscripción se
fuera parte de todo lo que esa institución vive y sufre en crisis constantes como el
psicoanálisis mismo. ¿Cómo apropiarse de los huecos institucionales? Y también: ¿Cómo
quedar exento de ellos?
Nominaciones que sólo se sostienen desde sus representaciones imaginarias dentro
de un medio que no hace más que juzgar y criticar con la ignorancia de quien no ha pisado
sus propias tierras movedizas.
Elegir una institución para formarse puede ser un pasaje o una inscripción. Cada uno
con sus fantasmas. Yo aún cuestiono si elegí al Círculo, o él me eligió a mí. Desde la
formación, y después como coordinadora de seminario, me he esforzado por hacer
reflexión crítica sobre los supuestos básicos en los que se sostiene esta pertenencia que
conlleva lo individual, lo grupal, lo social, los imaginarios y los tan dolorosos instituidos
enajenantes.
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